También hay otros de estos principiantes espirituales que caen en otra manera de ira espiritual, y es que se airan contra los vicios ajenos con cierto celo desasosegado, notando a otros, y a veces les dan ímpetus de reprehenderlos enojosamente, y aun lo hacen algunas veces, haciéndose ellos dueños de la virtud.
Hay otros que cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se airan contra sí mismos: acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en un día. De estos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen, y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo de Dios cuando fuere servido.
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