Lic. Alicia Rut
Levin
Psicoanalista.Miembro de la AEAPG
Nos
preguntamos porqué nos vamos a ocupar del concepto de creatividad en la obra
de Donald Winnicott.
Por un lado,
según Winnicott habría ilusiones creadoras. Es decir ilusiones cuya función no
es el desconocimiento o la represión, sino la expresión sensible de una realidad
psíquica que no logra representarse de otro modo. El carácter creador o no
creador habría entonces que buscarlo en el tipo de proceso psíquico implicado
en la producción de la ilusionas como en el contexto psíquico del cual emerge.
De ahí que el espacio potencial o la zona intermedia de experiencia son un
contexto psíquico donde lo vivido ocurre sin la cuestión, es decir, sin el
cuestionarse si es interior o exterior.
Este autor ha
sido sin duda alguna una de las figuras mas destacadas del psicoanálisis pos
freudiano. Su teoría trata principalmente el tema de las relaciones humanas, en
particular las de la madre y el bebe. Uno de sus aportes más reconocidos han
sido los conceptos de objeto y fenómenos transicionales, junto con la
descripción de la zona intermedia de experiencia, en la que ubica la experiencia
cultural en la vida adulta.
Podemos
llamar nuevo paradigma a la metapsicología de Winnicott, ya que utiliza
categorías propias para denominar tanto los temas teóricos del psicoanálisis
freudiano como para denominar y abordar lo que denomina su concepto de individuo
sano y su relación con la creatividad. Como toda teoría psicoanalítica, ésta
incluye nuevas definiciones de persona, sujeto y de su psicopatología. Ejemplos
de ello son los términos, relación, función, intersubjetividad, espacio
intermedio, objeto subjetivo, objeto trasnsicional y falso y verdadero
self.
Cuando retomo
la pregunta, porqué el término de la creatividad nos ocupa hoy, sabemos que el
pensamiento psicoanalítico no ha sido ajeno a la relación entre la historia del
hombre y sus barbaries. En 1930 Freud plantea la condición del ser en el
malestar en la cultura, dejando la condición de sufriente y conflictiva para la
naturaleza humana, otorgando a la represión el precio pagable para acceder a la
cultura. Winnicott en 1960 establece una distinción entre cultura y experiencia
cultural. Deja para el término cultura la denominación de aquellas
expresiones de tradiciones, costumbres, mitos, leyendas, cuentos, formas de
registro que se transmiten de una a otra generación. En cambio Winnicott ubica
la experiencia cultural del lado de cada creador, en el estado de ilusión
creativa, del juego que cada uno haga posible de acuerdo a su propia posibilidad
de mantener la paradoja inaugural de la existencia humana. Recordemos que para
nuestro autor en el origen: “no hay Sujeto. No hay bebe”. El bebe no existe
sino en un estado de soledad disociado no traumática. El medio ambiente
favorecerá su gesto espontáneo, su espejarse en el rostro materno, o mejor dicho
establecerá esta lógica del objeto subjetivo. Dicha lógica del objeto subjetivo
se sostiene en el movimiento paradojal. Ya nos hallamos frente a la primera
definición de creatividad primaria, contenida en la primera paradoja. Por lo que
verán que la transicionalidad en cierto sentido no es un punto de partida sino
de llegada del psiquismo. Es decir, el bebe crea omnipotentemente el pecho, la
madre, pero ella deberá estar, ahí, disponible, para se hallada-encontrada. De
ahí que pensemos que lo verdaderamente traumático no es esconderse, sino no
ser hallado. Es decir, el objeto es creado por mi, pero en verdad es hallado
al mismo tiempo que creado.
Ahora nos
vemos compelidos a equiparar según nuestro autor, que el crear es sinónimo del
sentimiento de estar vivo. Recordemos que para nuestro autor existen tres
diferentes estados afectivos, el estar vivo, muerto y el no-vivo. Es decir
define Winnicott así el estado afectivo de quien necesita estar reaccionando
permanentemente frente a un estado de adaptabilidad permanente, frente al
sentimiento de desconfianza y futilidad interior.
En este
momento, junto a la definición de la primera paradoja winnicottiana, debemos
detenernos en la importancia que tiene la agresión en la constitución del
psiquismo, así como al mismo tiempo en la posibilidad de la utilización de la
creatividad primaria. Es decir la fuerza vital, aquella denominada por Bergson
como elan vital...
Si vivir
creativamente significa no ser muerto o aniquilado por medio de la sumisión o
bien la reacción, entendemos que trauma es en esta teoría, lo que ha fallado,
es el déficit del aporte del medio. Esta noción de estar vivo y creativo
incluye la noción de temporalidad, ya que estamos dentro de una teoría que
trabaja con la categoría de maduración, de desarrollo, es decir que trauma es
definido como la consecuencia de la deficiencia en la continuidad temporal del
aprovisionamiento primario. De ahí que en lugar de que el yo se fortalezca
paulatinamente, necesite autosostenerse para sobrevivir en vez de vivir. Dicha
creatividad primaria se patentiza en el gesto espontáneo del bebe, en el uso de
la agresión, como sinónimo de movilidad, de exploración, de agresión sin
intención destructiva, es preintencional. Forma parte del amor
primitivo.
Winnicott
realiza una diferenciación precisa en el estudio de la creación. Plantea que
debemos separar a los fines metodológicos, la creatividad de lo concebido como
creación en las obras de arte. Escribe que la creatividad de la que él se ocupa
es universal y no tiene que ver con la del artista especialmente y pone como
nota distintiva de ésta la sensación de estar vivo. Se refiere al enfoque de la
realidad exterior por el individuo y hace una segunda distinción en donde lo
creativo es idéntico a la salud.
Por otro
lado, en aquellos individuos que han desarrollado una falsa personalidad y que
la disociación resulta ser quien reina en el lugar del posible rodeo y desvío
instintual, lo creador puede ser que se encuentre oculto en alguna parte, en
una vida secreta.
El impulso
creador aparece espontáneamente si el individuo se desarrolla satisfactoriamente
y que prolonga por así decir el acto vital, útil y necesario más allá del límite
práctico porque encuentra placer en su propio ejercicio (en este sentido tiene
relación con la actividad libidinal descripta por Freud, por ejemplo, el
chupeteo, que se prolonga mas allá de su mamada y que el lactante realiza por
puro placer, apuntalándose en una función vital).
Este placer
marginal de la función vital Winnicott lo indica como impulso creador que es
un “sentimiento de estar vivo”, es decir vivir la vida. Lo contrario es que el
individuo carezca del sentimiento de que la vida es real o
significativa.
La vida
gozada como individuo, Winnicott la propone como una conquista de la humanidad
en una época histórica en que el individuo se constituye como unidad integrada
en términos de tiempo y espacio. Esto según nuestro autor es posible cuando hay
una ciencia organizada y cuando surge el tema del monoteísmo.
Winnicott
sostiene que tanto Freud como M. Klein tuvieron que desarrollar el concepto de
pulsión de muerte y, por lo tanto, proponer una fusión de pulsión de vida y
pulsión de muerte con la correspondiente ambivalencia porque eludieron evaluar
adecuadamente las consecuencias de la dependencia sobre el individuo humano y la
importancia del ambiente que rodea al bebe, pues otra manera de explicarla (a la
agresión) es a través de una dialéctica entre el infante y su medio ambiente que
satisface o no las necesidades de dependencia.
La
importancia de esta dialéctica entre el lactante y el medio ambiente se expresa
por el desarrollo de la teoría de los fenómenos transicionales para describir la
manera en que la formación de un ambiente lo bastante bueno en las primeras
etapas permite que el individuo haga frente al inmenso registro de la pérdida
de la omnipotencia.
El problema
que tiene (a la altura de este escrito) el concepto de creatividad desarrollado
por Winnicott, es que es tan general y está tan vinculado con la condición de
salud y normalidad que deja de ser un problema específico de la creación en si.
La creación así, es sinónimo liso y llano de salud y por lo tanto es extensivo
a todo acto vital. Es decir, el problema de la creación de una obra queda
incólume frente a esta creatividad general postulada por Winnicott.
Hay hombres
que pese a sus dotes no logran producir ni tampoco consiguen librarse de lo que
precozmente una realidad destructora marcó, catalogó en ellos. Otros en cambio
logran transponer el terror en creación merced a un deseo de reparación. Los
primeros quedan prisioneros del trauma, repitiéndolo monótonamente. El no poseer
un espacio para transicionar nos deja presos de que lo traumático irrumpa (temor
al derrumbe, al vacío, al no representable). El impulso creador en esta teoría
es la cosa en si misma. Esta presente tanto en el anciano, como en el bebe y
guarda relación directa con el vivir mismo. Entonces dirá Winnicottt que quien
crea el impulso creador, en esta creatividad primaria, es el bebe, dentro de la
paradoja anunciada.
Este devenir
paradojal entre la omnipotencia del primer objeto subjetivo y los otros, ira
cediendo hacia la instalación de un espacio de ilusión – desilusión, que al
mismo tiempo que separa une a la vez. Dicho juego y contrajuego necesita
enmarcarse en la preocupación maternal primaria, es decir holding, handling y
la presentación del mundo.
Es decir,
además de la búsqueda de satisfacción vamos en busca de una relación de
dependencia con el medio ambiente, con necesidad de no tener que reconocer
dicha dependencia. Así pensamos al psiquismo más que como pura búsqueda de
satisfacción, como una construcción que requiere de las categorías de limite,
de borde, donde es posible diferenciar que no se trata de una narcotización
aparentemente satisfactoria de la oferta materna, sino de un lugar donde dar
espacio a la creación, ya que de lo contrario nos enfrentamos a la alienación en
el apego al objeto.
Winnicott
afirma que en un espacio psíquico desinvestido no hay lugar para la
representación imaginativa. El blanco del espacio psíquico, sin catexia, el
negativo de la relación primaria, la madre muerta, lejos de crear al objeto
fantaseado, generara una búsqueda infinita en el replegamiento y la futilidad.
El opuesto del juego y la creación no es la seriedad, es la realidad, a veces
el falso self.
Winnicott en
el articulo sobre la experiencia cultural alude a la “sublimación” teorizada por
Freud, plantea que no pudo ubicarla topográficamente, propone frente a esto una
topografía en la que el juego (equivalente de la sublimación) no es una cuestión
de realidad psíquica interna ni de realidad exterior, si el juego no está ni
afuera ni adentro, se pregunta ¿Dónde está? Se contesta que está en un tercer
espacio, un espacio virtual, el espacio transicional.
El espacio
transicional es tributario del objeto transicional, este es la primera posesión
no-yo que implica al mismo tiempo el primer símbolo y la primer experiencia de
juego. Este objeto es un símbolo de la unión del bebe y la madre y puede ser
localizado en el momento de transición (en la mente del bebe) entre el estado de
fusión de la madre y el niño y el instante de la separación en la que esta es
percibida como separada para luego ser concebida como tal.
El uso del
objeto implica volver al instante de unión de dos cosas que ahora están
separadas (el bebe y la madre), pero el uso de este objeto, es decir la
disposición de la imagen interna de este objeto es posibilitada por la
disponibilidad de la madre exterior, separada y real que mantiene viva la imagen
de este objeto. Este mantener viva la imagen del objeto permite que la madre se
pueda separar temporalmente del bebé durante un cierto tiempo, al cabo del mismo
el bebe se angustia pero esto se resuelve por el regreso de la madre. Pero si la
ausencia se prolonga se produce el trauma que es experimentado como una ruptura
de la continuidad de la vida de modo que las defensas primitivas se movilizan
para defenderlo de la repetición de una “ansiedad impensable” o contra el
retorno de un estado de confusión aguda que implica la desintegración del
yo.
Aquí
Winnicott hace una importante delimitación, dice que este objeto, símbolo de
unión, se expresa en fenómenos que no tienen clímax y por lo tanto los
diferencia de los fenómenos instintivos que culminan en el orgasmo. Al
contrario, los fenómenos de la zona de transición pertenecen al área de la
relación con los objetos y que relaciona con el amor y que se caracterizan por
su variación. Aquí entonces separa Winnicott, el juego de la
sexualidad.
La
satisfacción del instinto en cambio solo implica una función parcial que debe
ser completada por la experiencia de la zona de los fenómenos transicionales.
Estos fenómenos transicionales y el juego constituyen lo que nuestro autor
denomina experiencia cultural que define como tradición heredada. Y es
justamente sobre la base del reconocimiento de la tradición donde alguien puede
ser original, hay un juego recíproco entre la originalidad y la aceptación de la
tradición como un aspecto más de la dialéctica entre separación y
unión.
Este espacio transicional, espacio potencial entre lo objetivo y lo subjetivo es
el lugar del juego, de la fantasía , de la imaginación y de la creación. Sin el
juego, sin este espacio potencial el niño se vería en el serio peligro de
adaptarse a las exigencias maternas por temor y sometimiento.
Así se constituye el falso self, en términos de imagen engañosa de si (yo
imaginario) que para Winnicott funciona como una defensa, como organización
reactiva.
El objeto transicional es un objeto elegido, “creado” e irremplazable. Objeto
que acompaña en silencio y que tiene el valor de un principio de símbolo, que
posibilita una transición, se trata de una modalidad presimbólica. Además de
marcar y delimitar el universo simbólico.
El objeto transicional reniega en cambio lo que le falta al niño y llena,
solamente por un tiempo, aquello que deja la ausencia de la madre.
O. Mannoni plantea que mientras que el juego del carretel es progresivo, pues
inaugura el dominio simbólico, el fetiche y el objeto transicional serían
conservadores y destinados a renegar. Es creado y hallado, sostiene la ilusión
de omnipotencia, es decir, es una defensa contra la angustia.
Sin embargo hay una diferencia importante entre el objeto fetiche y el objeto
transicional, mientras el primero queda fijado, y además no se cede bajo
ningún aspecto con peligro de que aparezca la angustia, el segundo se abandona
mansamente, sin despertar angustia y, por lo tanto, parece participar
demoradamente de las características progresivas del objeto simbólico. Lo cual
nos hace pensar en ciertas características relacionadas con la temporalidad.
Mientras el fetiche se remite al tiempo circular de la repetición, atrapado en
la dimensión traumática de la castración, profundizando las características
ontológicamente positivas de los materiales y texturas reales; el objeto
transicional sufre con el tiempo un debilitamiento de la fijación, una especie
de dilución ontológica luego de un tiempo de espera. Por lo tanto podríamos
decir que la característica primordial del objeto transicional es su esencia
lógica, está creado para soportar el tiempo de espera de la aparición materna.
Este tiempo de espera que se va dilatando a medida que las representaciones
permanecen y se inaugura el tiempo diacrónico, la posibilidad de espera. Tanto
jugar como hablar solo se puede desarrollar en el tiempo cronológico. El objeto
transicional deviene así objeto de una transición temporal.
En la ilusión
– desilusión dedicada a los primeros objetos existe un inicio de operación
simbólica realizada con un acompañamiento motriz, de sentimiento de poderío
sobre el objeto, es decir, sobre la angustia frente a la ausencia. Decir ta-ta,
arrojar, apretar, chupar, se convierten en sinónimos que tienen el concepto de
desilusión para el aparato psíquico. En dicha unión existe la desmentida de la
ausencia, solo por un tiempo, de lo contrario se pierde el juego y aparece lo
trágico.
Si sabemos
que lo transicional no es el objeto, sino su condición de tránsito entre
ausencia-presencia, también debemos saber porqué la característica de dicho
objeto es tolerar la ternura y soportar la agresión. Es la primera creación
no-yo. Si la creatividad primaria es el gesto espontáneo, el estar solo en
compañía del otro, el objeto transicional da un paso más, ya que es el primer
acto presimbólico, es decir ahora se puede sustraer la presencia de la función
materna antes requerida. Mejor dicho debe sustraerse la presencia materna para
dar lugar al objeto que imaginariza su presencia a la manera de creación. De
ahí que no pensemos en categorías de sublimación en este autor ya que es un paso
posterior, es decir corresponde a un aparato psíquico más maduro y en otro
tiempo.
Podemos hacer
una breve mención, ya que gracias al trabajo del Dr. Norberto Lloves denominado
el “El juego y la Constitución subjetiva” volvimos a recorrer categorías
freudianas de juego y fantasía.
Cito al Dr.
Lloves: “El eje del juego infantil parece ser la repetición activa de sus
vivencias pasivas. En 1905 Freud hace mención al placer que aporta el juego de
palabras, articulando la actividad lúdica con el lenguaje”…
…”Luego el
chiste vendrá a cumplir la función de liberar el placer por eliminación de
inhibiciones.”
...”En 1920
en la repetición del juego a través de la búsqueda de la identidad repetitiva
será pensada como el intento de dominio de una vivencia displacentera, para
poder ligar la excitación con un procesamiento psíquico novedoso: el mas allá
del principio del placer….
…”Finalmente
en 1926 vuelve a citar el juego infantil como mecanismo fundamental en la
constitución subjetiva…el niño reproducirá en su juego las vivencias
penosas...
…”podemos
concluir que el fort -da es el modelo lógico del juego…? como funciona la
repetición...?
Cuando
diferenciamos categorías lógicas de la teoría freudiana con la teoría que en
este momento nos ocupa, necesitamos del criterio epistemológico, ya que en la
teoría de Freud nos manejamos con la noción de símbolo y repetición en el
juego, y en la transicionalidad utilizamos categorías como la de
intersubjetividad y de espacio potencial.
Podemos pensar que el concepto de Winnicott de creatividad, relacionado con el
espacio transicional ,como territorio de la zona de juego donde se desarrolla el
vivir creador y la vida cultural del hombre es un concepto eminentemente
temporal que implica tiempo de crecimiento, maduración, desarrollo en un medio
adecuado, posibilitado por el objeto transicional. La diferencia con el concepto
de sublimación freudiano está en que éste le da un contenido de destino
pulsional, energético y metapsicológico donde está ausente la dimensión
temporal.
Al tomar Freud el concepto de realidad psíquica, es decir, de desarrollo en la
fantasía como campo homólogo del juego y de la creación, el concepto temporal
deviene secundario en aras de la topografía metapsicológica, mientras que el
concepto de espacio potencial o transicional es inconcebible sin una dimensión
temporal. El niño al crear el objeto crea tiempo de espera, o lo que es lo mismo
la creación le permite esperar.
Esta espera creemos, es lo que permite enfrentarse con la experiencia inicial
del desamparo, el valor del objeto artístico es la posibilidad de crear un
sostén del tiempo de espera, un desvío en la ruta de la repetición traumática ,
un camino nuevo que implique una diversión -en la múltiple acepción de la
palabra-.
Maud Mannoni se refiere a la inteligencia
infantil en el aprendizaje de las lenguas extranjeras cuando se encuentran
cómodos con su familia de adopción, en esta facilidad interviene el ritmo,
anterior a la palabra y lo asocia citando a Feyerabend al juego con las palabras
antes de aprender el sentido de las mismas. Este opone el juego de los niños y
de los poetas a las máquinas traductoras de los lingüistas y la palabra de los
escribanos. Es una palabra que importa por otra cosa que por lo que dice,
importa el sonido el ritmo, la música elementos de un juego que va más allá o
más acá del sentido y que como veníamos sosteniendo el tiempo es un componente
fundamental.
A
la inversa de M. Klein, Winnicott atribuía gran importancia al papel del entorno
en los comienzos de la vida de un individuo. La calidad del entorno
(intercambios con un adulto que juegue con el niño) tendrá efectos en el
desarrollo posterior.
Por lo contrario la madre que se fue no existe más, está muerta, queda así un
espacio psíquico desinvestido, el sujeto lejos de poder crear un objeto se
asegura llenando un agujero en el plano de la fantasía, se impone obligaciones y
deberes que lo eximen de pensar. Por ejemplo, una paciente de Winnicott se
obligaba a leer y pintar, lo usaba como una muralla contra la amenaza de
derrumbe. Su actividad del fantaseo le permitía, por efecto de la disociación,
no estar presente en el mundo aunque se hallara acaparada por la actividad de su
quehacer de relleno.
La madre-entorno genera una seguridad al nivel del ser antes de poder
autorizarse sin riesgo a sentirse diferenciado en el plano del ser con el otro
. Las posibilidades identificatorias posteriores surgen de la etapa que precede
a la separación del cuerpo de la madre, sólo a partir de ese momento el niño “se
tiene” en un cuerpo de él y puede instalarse sobre las bases de una separación
lograda. Para Winnicott el juego es un hacer y tiene relación con el sueño y con
sus posibilidades de desplazamiento.
Es importante
aquí determinar una discriminación que a nuestro juicio Winnicott hace sobre el
uso de la fantasía, una clase de fantasía es pensada como estructura defensiva,
es considerada como aquella que rellena agujeros y que no está al servicio de la
creación, sino de la defensa y de la neurosis, aquí el tiempo está coagulado en
un tiempo circular de la repetición. Esto estaría del lado de los síntomas
cuando el fantasear está reprimido, del lado del control del derrumbe y no del
juego.
Por otro lado
Winnicott apela a otra concepción de la fantasía, de la imaginación y el sueño
diurno, lo que implica la capacidad de jugar y de libertad. Ésta sería una
función de la fantasía que se daría en un territorio creativo, donde la
permutación y el desplazamiento se dan libremente. Breve acceso al
inconsciente no interdicto por la represión
Para
terminar y recordando el tema que nos reúne, ( la creatividad en relación a la
civilización y la barbarie,) podríamos pensar que así como el primer “dale que
“… del juego corresponde al acto de la función del medio ambiente, dando por
supuesto la vivacidad interior que necesita un bebe para crear el objeto
subjetivo, no me gustaría olvidarme que las creaciones diabólicas de la
naturaleza humana corresponden, entre otras cosas, al déficit inicial de no
poseer en que y en quien anclar la existencia.
Una alumna de
la Maestría en Psicoanalisis de esta casa, María del Carmen Castro, en su
Seminario acerca de la posición del analista en la teoría de Winnicott nos dice
así:
…”Se puede
vivir, sin estar vivo, acotado, acatando una existencia obediente, sin sueños
propios, bajo el pensar de los otros quienes prometen la felicidad en
cajita.
…Pensar en la
creación en Winnicott, es pensar en un hijo que atesora un objeto si miles de
otros lo hicieron antes que él, con un código inscripto, pero esto no cuenta.
La madre está ahí, sostiene al hijo y a la ilusión de lo subjetivamente propio.
Madre e hijo van siendo.
…¿y hoy, en
que lugar vivimos?...si no es el mundo de pos- guerra, ni la ilusión americana
de progreso, si no es el mundo de amor y paz, ni tampoco el mundo donde
Winnicott escribió… ¿es posible un sujeto radicalizado en un escenario
histórico entre la opulencia y la exclusión?
Quizás sea
en el “entre” la opulencia y la exclusión donde esté la posibilidad de rescatar
ese espacio potencial sagrado… ¿Será posible contribuir desde la práctica
psicoanalítica a que ese sujeto único confíe, cree creándose, sacudiéndose las
apariencias y los discursos ajenos para encontrar su pequeña, pero propia
creatividad cotidiana?…”
Recuerdo en
este final, a quienes creando me enseñaron, pudiendo entonces agradecerles, así
como hoy, espero, hayamos construido aquí un vero espacio
potencial.
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