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Paz y Ciencia

viernes, 2 de agosto de 2013

Emociones: una guía interna

EMOCIONES: UNA GUÍA INTERNA
Cuáles sigo y cuáles no
 
PRÓLOGO
 




por Carmen Mateu


El libro que el lector tiene ante sus ojos trata sobre los sentimientos

y las emociones que cotidianamente nos acontecen a todos

y cada uno de nosotros. Decir que “nos acontecen”, quizás

resulte para algunos un término poco exacto por demasiado

aséptico. Posiblemente sería más correcto decir: “que nos confunden”…,

“que nos desbordan en más ocasiones de las que nos

gustaría”…, “que nos inmovilizan”…, “qué ocupan demasiado

de nuestro tiempo mental”…, “para los que contamos con muy

poca formación/comunicación sobre que hacer con ellos”…, entre

otras razones porque vivimos con la falsa percepción de que

sí la recibimos y … así nos va.

Esta es una de las tesis que se plantean desde este libro: por

lo general, a lo largo de nuestra educación formal o cotidiana,

recibimos poca y muy rudimentaria formación que nos sirva de
guía para saber cómo convivir armónicamente con nuestras

emociones, o con las de los demás. Efectivamente, a pesar de estar

en la entrada de un nuevo milenio, con la convicción de haber

conseguido grandes logros científicos y la subsiguiente percepción

de pertenecer a una cultura desarrollada, en esta siguen

existiendo grandes vacíos de conocimiento respecto a aspectos

muy básicos que afectan profundamente a nuestras vidas cotidianas.

Nos referimos, en este caso, al tema de los sentimientos

y las emociones. La situación actual sobre este tema, ya sea en

nuestra ciencia o en nuestra cultura, tal como se muestra en este

libro, resulta sorprendente por su escasez y rudimentariedad,

especialmente si se la compara con el desarrollo alcanzado en lo

técnico o en lo racional.

Dicho desequilibrio, que pudiera parecernos lejano, afecta

sin embargo a nuestras vidas cotidianas de modos muy significativos

al mismo tiempo que concretos. Veamos un ejemplo,

aunque podrían plantearse otros muchos a poco que reflexionemos

sobre ello. Actualmente cualquier familia sabe, y realiza un

gran esfuerzo por conseguirlo, que sus hijos deben estudiar matemáticas,

lengua, ciencias, física, inglés, etc., si quieren sobrevivir

en esta sociedad con cierta calidad de vida. Este modo de entender

la realidad que nos rodea se percibe espontáneamente como

tan “natural” que, para cualquiera resultaría evidente lo inadecuado

de plantearle un problema de álgebra a alguien, por el

simple hecho de que tenga 20 años, si no ha realizado los estudios

oportunos que le permitan resolver dicho problema. Sin

embargo vivimos en una sociedad en la que, por el hecho de tener

20 y algunos más, se supone que sabremos resolver el tema

de cómo formar pareja, cómo educar a nuestros hijos, qué hacer
con nuestros sentimientos, cómo elaborar adecuadamente las

posibles crisis, pérdidas o malestares que puedan haberse producido

en nuestras familias de origen, los propios cambios debidos

al desarrollo, etc. En el caso de no saber hacerlo, también

hemos aprendido implícitamente como lo lógico y natural, que

algo incorrecto debe estar sucediendo en nosotros o en el otro, y

nos aplicamos en la autocrítica o en la búsqueda de culpas, sobretodo

en aquel que muestra diferencias con nuestros modos

de entender lo que este sucediendo.

Sin embargo, desde la psicología y la psicoterapia, entre

otros campos –y en este contexto se enmarca definitivamente este

libro–, se comienza a denunciar que la situación real parece

ser muy distinta, más compleja y sutil de lo que nuestros modelos

culturales y científicos, ajenos a las emociones, han podido

captar hasta el momento; que convendría comenzar a ser conscientes

de ello para poder vivir de formas más sanas, y lograr relacionarnos

de modos emocionalmente más inteligentes, o ¿inteligentemente

más emocionales?; que vivir y relacionarnos nosotros

con nosotros mismos y con los demás como seres humanos

no es fácil, ni nacemos sabiendo como hacerlo, ni ser “normales”

significa que deberíamos saber como hacerlo, ni los recursos

que la cultura y nuestras sociedades nos aportan han sido,

ni están siendo, suficientes. Cada vez más profesionales denuncian

que las personas que acuden a terapia podrían valorarse,

no como neuróticos o psicóticos, –ni como cualquier otra categoría

psicopatológica que debería aplicarse con más sensibilidad

hacía las circunstancias complejas por las que la persona está

pasando–, sino como personas confusas, abrumadas por las

demandas de una situación que les desborda, ante la que triste-
mente cuentan con muy poca formación para poder resolverla.

Personalmente creo además, que este estado de cosas se sigue

manifestando en mucho del sufrimiento inútil que la mayoría

de la humanidad continua viviendo y que podría ser evitado,

así como en las distintas formas de violencia que siguen imperando.

También en los modos insanos como nos relacionamos,

no solo entre los distintos países y culturas, también en el seno

de nuestras familias y nosotros con nosotros mismos.

Según el prof. Leslie Greenberg ampliar nuestro escaso conocimiento

sobre los sentimientos y las emociones e integrarlo

en nuestros modelos y análisis científicos, así como en nuestras

contextos cotidianos e íntimos, podría suponer un cambio de

paradigma y un paso evolutivo cualitativo en el desarrollo de la

humanidad. El lo expresa de este modo: “… Es necesario sanar

la división entre emocional y racional, entre dentro y fuera, dando

un nuevo paso evolutivo cultural, en el cual, en las escuelas

e instituciones y, más importante todavía, en nuestros hogares,

facilitemos la integración de cabeza y corazón. … Esto conducirá

a una armonía con nosotros mismos y con los demás. … Nos

tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a

otras personas de la manera en que nos tratamos a nosotros mismos.

La empatía con los sentimientos de los demás conduce a la

auto-empatía”. ¿Qué deberíamos hacer entonces?, podríamos

preguntarnos. A lo que él mismo responde: “… Aunque yo no

pretendo dar la fórmula correcta para vivir, ya que la vida es un

asunto muy complejo y personal, en este libro he intentado mostrar

un aprendizaje importante, que es el resultado de mis años

de practicar, investigar y escribir en el campo de la psicoterapia”.
Aquí surge otro aspecto que también creo merecería ser comentado

en este prólogo. El contenido de lo que el lector, esperamos,

va a disfrutar, masticar e integrar a través los ejercicios

experienciales que se proponen, se encuentra avalado por un

concienzudo y exhaustivo trabajo de los más prometedores en el

campo de la psicoterapia actual. Y esto no solo al nivel de lo

aplicado, con clientes que han sido tratados con este tipo de intervenciones,

sino también de investigación y de elaboración teórica.

Una pequeña muestra de todo ello podemos encontrarla

en dos de sus libros ya traducidos1, en diversas entrevistas de
 
 
las que el lector puede disponer también en castellano, así como

en los artículos que la Revista de Psicoterapia ha publicado hasta

el momento. Y ¿quién es Leslie Greenberg? se estarán preguntando

los que no hayan oído hablar de él. Nacido en Sudáfrica,

de origen judío, vive en Toronto la ciudad más multicultural

del mundo, por elección propia y de Brenda, Ari y Teya, su

mujer y sus hijos. Todos ellos valoran y se comprometen en el reconocimiento,

respeto e integración de las diferentes culturas.

 


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