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Paz y Ciencia

lunes, 31 de marzo de 2014

Claudio Naranjo: la educación debería cambiar el mundo


Claudio Naranjo: la educación debería cambiar el mundo

Psiquiatra y psicólogo chileno Claudio Naranjo
14:39 21/10/2013
El gran psiquiatra y psicólogo chileno responde a las preguntas de RIA Novosti
- Últimamente, en varias entrevistas, usted habla mucho de la educación y de la crisis en la que se encuentra el sistema de enseñanza en todo el mundo.
- El mundo está en una crisis global, y yo creo que la educación es en parte responsable, porque se educa para que las personas sean como son. Y que las personas sean como son constituye el problema del mundo más que las políticas. Así todo está en crisis, la política, la economía, pero yo creo que es el factor humano lo que está por detrás, y lo que no se ha responsabilizado. Se trata de cambiar las cosas sin cambiar a las personas. Y mientras hay una educación que es para perpetuar una manera de ser no vamos a tener evolución social, creo yo.
- ¿Y cómo cambiar el sistema de educación?
- Habría que interesar suficientemente a los educadores y a los que dictan las políticas educacionales. Los educadores han seguido muy servilmente a los programas, muy automáticamente, diría yo, con poco fuego creador. Se supone que son personas creativas, pero en la práctica tienden a formar autómatas. Y la profesión de educador es muy parecida a la actividad de una madre.
- Pero si se robotizan, ya no son como las madres...
- Las madres modernas también se robotizan, porque entran en un sistema muy patriarcado. Yo pienso que la naturaleza patriarcal de la sociedad es el problema principal y que es una hipertrofia de la mente científica que eclipsa la mente emocional. Lo que hace una madre, lo que hace un educador debería ser de naturaleza emocional, de ser empático, de ser para el otro. Cuando no está eso, ya no se educa para la felicidad de la persona, y la felicidad de las personas hace que se pueda tener una sociedad feliz también.
- Qué bien que no ha perdido ese sentido de querer saber más.
- Sí, eso me sostiene. Tengo un programa que he elaborado a través de los años. Es la síntesis de prácticamente todo de lo que a mí me ha servido y que he aprendido. Mi manera surgió antes de que yo pensara en la educación. Fui un buscador muy intenso en mi juventud, lo que más me interesó siempre estuvo más allá de las distintas cosas que estudié. Pero más que nada buscaba yo algo para una sed interior que ni siquiera sabía definir. Y en esa búsqueda recurrí a elementos del mundo terapéutico, a сosas novedosas, a maestros espirituales. Tuve una gran inspiración, y con esa fuerza me puse a enseñar. Se formó un grupo, pero se formó no porque yo pretendiera a hacerlo así, sino porque mi madre, que siempre era una madre controladora y muy crítica, quedó muy impresionada al ver mi cambio. Y quiso ya aprender de mí. Y así surgió mi trabajo.
- ¿Su madre participó en ese grupo? ¿Ha sido alumna suya?
- Fue el estímulo para que yo lo formara ese grupo. Tuve el privilegio de cambiar a mi madre. Yo creo que todos tenemos ese sueño de poder cambiar a nuestros padres. A mí se me dio ese regalo.
- ¿La ha cambiado?
- Sí. Su vida cambió profundamente y estuvo siempre muy agradecida. Cambiaron sus amistades, sus amigos fueron las personas de ese grupo.
- ¿Cuántos años tenía ella?
- Tenía 60 y tantos. Cerca de los 80 tuvo algunas dificultades con su marido, que la reclamaba que estaba muy metida en estas cosas, y le amenazó con separación.
- ¿Pero no se separaron?
- No, no. Bueno, entonces yo de allí empecé con un grupo muy íntimo de amigos de mi madre, de colegas míos, personas que se habían formado conmigo en terapia Gestalt. Inventé muchos ejercicios psicológicos y tomé prestados otros, como la meditación budista o la práctica indonesia de abandono de sí, de dejar fluir. Ahora los bailarines han adoptado eso en algunas partes del mundo, el movimiento auténtico lo llaman, como una manera de recuperar la espontaneidad infantil perdida, liberarse de los automatismos sociales. Y también incluí el sistema de tipos psicológicos que se asocia al nombre de eneagrama.
- ¿Y en qué consiste?
- Es un sistema de 27 tipos psicológicos. De cada uno de los nueve tipos hay tres. Y los nueve eneatipos corresponden un poco a los famosos pecados capitales del cristianismo –la envidia, el orgullo– cosas que son muy conocidas para cualquiera que vive en este mundo.
- Pues porque son la base de una persona.
- O la base de los problemas que tiene una persona y la sociedad también. La cobardía, la vanidad también están entre esos nueve grandes profactores destructivos de emociones negativas.
- ¿Y cómo influye eso en la vida de una persona?
- Es como si cada persona tiene una forma de solucionar los problemas de la vida. Como, por ejemplo, un tipo de niño para conseguir lo que quiere, patea de rabia. Otro llora, otro niño se resigna, otro quiere hacer las cosas bien para recibir lo que quiere. Cada persona tiene su estilo. Entonces claro, si tuviéramos todos los pecados al mismo tiempo, eso sería como no tener ninguno porque seríamos libres de elegir la conducta que más conviene en la situación.
- ¿Cómo una persona puede entender qué pecado, qué tipo le domina?
- Es difícil conocerse a sí mismo suficientemente bien. Se necesita un poco de ayuda por personas que saben reconocerlo.
-¿Ha logrado usted conocerse a sí mismo, entender a sí mismo?
- Yo diría que ya hace bastante tiempo que no busco conocerme más, sino que busco desprenderme de los efectos que ya me conozco. No puedo decir que he llegado al fin del camino, pero sí que he llegado a un tiempo de fructificación, a una plenitud interior, a un estado de felicidad, a un sentirme que mi vida vale la pena, estoy haciendo algo que tiene sentido, y sobre todo las cosas las hago cada vez mejor.
- ¿Cual es el secreto de la vida?
- El secreto de la vida es vivir. No hay secreto de la vida. El sentido de la vida está en la vida misma. Cuando buscamos el sentido es porque no estamos viviendo. Porque en cierto modo estamos robotizados, o vivimos con una pequeña parte de nosotros mismos. Hoy en día se reconoce que tenemos tres cerebros: el intelectual, el emocional y el intuitivo. Pero tratamos de vivir desde la cabeza como si allí hubiera una cabina de control dentro de nosotros que se ha apoderado del cuerpo en lugar de entregarle el cuerpo a ese animal interior que es mucho más sabio.
- ¿Y cómo despertar a ese animal interior?
- A través del autoconocimiento. El primer remedio es estarse en la ocasión de tomar contacto con sí mismo de cómo estoy. Hay una práctica que es que con cada respiración preguntarse cómo estoy, qué siento, qué es esto. La conciencia del presente. No solo la conciencia de las cosas, de las palabras, sino la conciencia emocional del presente. Y corporal también, porque van juntas. Desde la sensación corporal aparece ya posiblemente la voz del niño interior descontento que pide esto o que pide aquello. Y uno puede empezar a darle un poco más de lo que pide.
- ¿La sensación corporal, eso qué quiere decir? ¿Hacer algunos ejercicios especiales?
- Más el silencio de la meditación, el silencio de la atención hacia dentro, en el no movimiento que permite más que el movimiento, porque el movimiento ya es un hacer que nos saca de nosotros mismos. La incapacidad de estar quieto, solo, hace que nos metamos unos con otros, nos metamos en la vida de otros, empezamos a juzgar, a condenar y nos llenamos de deseos inútiles. Así que es muy purificador el no hacer nada y solamente estar. Se adquiere el sentido de la existencia a través del silencio, del no hacer. Es como que lo único que puede llenarle a uno y que es una respuesta al secreto de la vida, al sentido de la vida: el sentir que uno existe.
- ¿Es la primera vez que visita Rusia?
- Sí, la primera. Estuve tres días en San Petersburgo, tuve allí un pequeño taller, y ahora, en Moscú.
- ¿Tiene planes de organizar en Rusia algunos cursos?
- La persona que me ha invitado tiene la idea de darme a conocer más en Rusia. Y me gusta la idea. Yo tengo una abuela lituana, tengo el ruso en mi oído aunque nunca lo aprendí para hablar. Pero me suena, y fui un gran lector de Dostoievski en mi juventud. Rusia me atrae mucho. Y tienen la idea de publicarme y de crear una colección de libros recomendados por mí.
- ¿Se trata de libros de psicología y psicoanálisis?
- Libros sobre psicología moderna, psicología humanista sobre todo. Me gustaría también organizar talleres o cursos, si la salud me acompaña, porque ya tengo 80. Sería una prioridad para mí ante otras posibilidades.
Siempre me atrae más lo nuevo que lo conocido

Anorexia Nerviosa Adolescente: Una Aproximación



Un tratamiento de la anorexia nerviosa adolescente basado en la familia: La aproximación Maudsley

Daniel le Grange, PhD
James Lock, MD, PhD                                                   para imprimir

Favor de notarse: para facilitar su lectura, hemos elegido utilizar la palabra "hija" en la descripción adjunta; eso, aunque la anorexia nerviosa también puede ocurrir entre los de género masculino.
Aunque la anorexia nerviosa (AN) fue reconocida como tal por primera vez hace más de 125 años, este trastorno sigue desconcertando a los pacientes y a sus familias, dejando perplejos tanto a los médicos clínicos como a los investigadores. Nuestro entendimiento de los rasgos médicos de la AN ha progresado bastante, mejorándose la restauración exitosa del peso dentro de aquellos ámbitos especializados en que se ingresa a los pacientes. No obstante, mientras los tratamientos de pacientes ingresados y de hospitales diurnos son generalmente efectivos para la restauración del peso, perjudican por otro lado la vida familiar, social, y académica del adolescente, y las recaídas abundan. No basta la restauración del peso en sí para recuperarse. El tratamiento Maudsley de la anorexia con base en la familia es un modelo prometedor para los pacientes egresados; una alternativa a aquellos programas costosos que involucran pacientes ingresados u hospitales diurnos. Se explorará dicho modelo a través del siguiente artículo.
La investigación acerca del tratamiento de la anorexia entre adolescentes
Se han llevado a cabo unas cuantas pruebas clínicas controladas entre los adolescentes con anorexia, las cuales exploraron ciertos tratamientos eficaces para los pacientes egresados (1). Aunque no se ha llevado a cabo una investigación demasiado amplia, los informes que se han publicado hasta el momento sobre este tratamiento de la AN adolescente han sido bastante alentadores.
Estos pocos ensayos clínicos (2) investigaron un tipo especial de tratamiento, basado en la familia, que fue diseñado para: a) impedir la hospitalización de los adolescentes, ayudando a los padres en sus esfuerzos para apoyarlos en su recuperación de la AN; y b) devolverles su desarrollo adolescente normal, libre de las cadenas de aquel trastorno alimenticio. Este tratamiento fue concebido por un equipo de psiquiatras y psicólogos infantiles y adolescentes del Hospital Maudsley de Londres, y ha llegado a conocerse como la Aproximación Maudsley.
Todos los estudios han demostrado la eficacia de este tratamiento: aproximadamente dos tercios de los pacientes adolescentes de AN se recuperan al final de este tratamiento con base en la familia, mientras que entre un 75 y 90 por ciento han recuperado su peso completo para la cita de seguimiento cinco años después (3). También en términos de los factores psicológicos, se han registrado mejorías similares entre los pacientes.  Las labores clínicas y de investigación de las Universidades de Chicago y Stanford han arrojado resultados prometedores a través de sus estudios de tratamientos basados en la familia, comparables con las secuelas positivas que se establecieron inicialmente con los estudios Maudsley. Estos investigadores han mostrado que la mayoría de las pacientes jóvenes con AN requieren en promedio no más de 20 sesiones de tratamiento a lo largo de un periodo de entre 6 y 12 meses, y que alrededor del 80 por ciento de estas pacientes recuperan su peso, registrando el comienzo o la continuación del flujo menstrual al término del tratamiento (4).
La aproximación Maudsley
La aproximación Maudsley se puede interpretar a grosso modo como un tratamiento intensivo para pacientes egresados, en el cual los padres de familia sostienen un papel activo y positivo con el fin de: ayudar a reponer el peso de su hija al nivel normal que se espera, tomando en cuenta la edad y altura del adolescente; devolver al adolescente el control sobre lo que come; y respaldar el desarrollo adolescente normal a través de sesiones detalladas sobre esas cuestiones vitales del desarrollo, en la medida en que correspondan a su hija.
Un tratamiento más ‘tradicional’ de la AN sugiere que los esfuerzos clínicos deben basarse en el individuo. Aquellos que se adhieren estrictamente a una aproximación únicamente de tratamiento individual insistirán en que la participación de los padres de familia, sea cual sea el formato, es en el mejor de los casos, innecesario y en el peor, perjudicará el proceso de recuperación. De hecho, muchos de los proponentes de aquella aproximación considerarían que los ‘problemas familiares’ forman parte de la etiología de la AN. Sin duda, este punto de vista puede contribuir al sentimiento de culpa que prevalece entre los padres con respecto a la enfermedad de sus hijos. La Aproximación Maudsley se opone a la idea de que las familias sean patológicas, o que deban de ser culpadas por el desarrollo de la AN. Al contrario, la Aproximación Maudsley considera que los padres constituyen un recurso esencial para el tratamiento exitoso de la AN.
Primera fase: Recuperación del peso
La Aproximación Maudsley procede a lo largo de tres fases claramente definidas, llevándose a cabo generalmente entre 15 o 20 sesiones de tratamiento, a lo largo de un periodo de aproximadamente 12 meses. Durante la primera fase, también conocida como la fase para la recuperación del peso, el terapeuta se enfocará en: los peligros de una malnutrición severa asociados con la AN, tales como la hipotermia, los cambios en las hormonas de crecimiento, la disfunción cardiaca, y los cambios cognitivos y emocionales, sólo para nombrar algunos; además de la evaluación del patrón típico de interacción de la familia y sus hábitos alimenticios, apoyando a la vez a la familia para que logre realimentar a su hija. El terapeuta dedicará toda su energía a apoyar a los padres en su esfuerzo conjunto para recuperar el peso de su adolescente. A la vez, el terapeuta intentará alinear al paciente con sus hermanos. Generalmente, se lleva a cabo una comida familiar durante esta fase, que cumple con cuando menos dos funciones:
Le permite al terapeuta observar los patrones típicos de interacción entre los miembros la familia con respecto a la alimentación, y le da al terapeuta una oportunidad de apoyar a los padres en sus esfuerzos para animar a su adolescente, logrando así que coma un poco más de lo que planeaba.
La manera en que los padres proceden en esta tarea delicada y difícil no difiere mucho en términos de los principios y pasos clave que seguiría un equipo competente de enfermeros acostumbrados a tratar con pacientes ingresados. Es decir, los padres expresarán su simpatía y comprensión en cuanto al predicamento del adolescente –el de encontrarse ambivalente con respecto a este trastorno alimenticio debilitante--, mientras que a la vez, mantendrán una persistencia verbal en su expectativa de que la inanición no es una opción.  Gran parte de esta primera fase de tratamiento se ocupará en entrenar a los padres, para que tengan éxito en la recuperación de peso de su hija, expresando su apoyo y empatía hacia el adolescente dado su predicamento grave --el haberse enredado con esta enfermedad--, y alineándola de nuevo con sus hermanos y pares. Esta alineación con los hermanos o pares significa ayudar al adolescente para que forme relaciones más fuertes y más adecuadas para su edad, en lugar de ‘dejarse llevar’ por la relación con sus padres.
Durante todo este proceso, el papel del terapeuta consistirá en modelar ante los padres una postura no crítica hacia el adolescente – la Aproximación Maudsley se adhiere al principio de que el adolescente no debe ser culpada por los comportamientos desafiantes de su trastorno alimenticio, sino que más bien, que esos síntomas se encuentran mayoritariamente fuera de su control (se exterioriza la enfermedad.) En ningún momento debe interpretarse esta fase del tratamiento como una ‘luz verde’ para que los padres critiquen a su hija. Al contrario, el terapeuta trabajará muy duro para confrontar cualquier hostilidad o crítica paterna hacia el adolescente.
Segunda fase: Devolverle al adolescente el control sobre lo que come
La aceptación del paciente de las exigencias paternas se manifiesta a través de aumentar su consumo de alimentos, subir de peso de manera constante, y cambiar el estado anímico de la familia (p.e., el alivio que se sentirá al haberse apoderado del trastorno alimenticio); todo esto señala el comienzo de la segunda fase del tratamiento.
Esta fase del tratamiento se enfocará en animar a los padres para queayuden a su hija a tener más control sobre lo que come nuevamente. El terapeuta aconsejará a los padres, para que acepten que la tarea más importante aquí consiste en devolverle la salud física a su hija, y que eso ocurrirá de un modo que tendrá que ver ahora más que nada con la edad del hija y su estilo de crianza.  Aunque los síntomas siguen siendo centrales en las sesiones entre el terapeuta y la familia, se alentará el aumento de peso con un mínimo de tensiones. Además, todas las demás cuestiones generales en cuanto a la relación familiar, o cualquier dificultad con respecto a las preocupaciones diarias del adolescente o de los padres que la familia ha tenido que postergar, pueden ahora sacarse a la luz para su revisión. Esto, sin embargo, tendrá lugar únicamente en relación al efecto que estas cuestiones hayan tenido sobre los padres en la realización de su tarea de asegurar un aumento de peso constante. Por ejemplo: a lo mejor la paciente quiere salir con sus amigos para cenar y ver una película.  Aun si los padres siguen con la duda de si su hija comerá totalmente por su propia voluntad, pueden exigir que cene con sus padres, para luego acompañar a sus amigos al cine.
Tercera fase: establecer una identidad adolescente saludable
Se inicia la tercera fase en cuanto el adolescente sea capaz de mantener un peso por encima del 95 por ciento de su peso ideal por su propia cuenta, y cuando se haya abatido la autoinanición.
El enfoque sobre el tratamiento comienza a trasladarse al impacto que ha tenido AN sobre la capacidad del individuo de establecer una identidad adolescente saludable.  Esto involucra una revisión de las cuestiones centrales de la adolescencia, e incluye apoyar una autonomía personal cada vez mayor, el desarrollo de fronteras adecuadas entre padres e hijos, tanto como la necesidad de que los padres reorganicen su vida de pareja, después de que sus hijos salgan de la casa en un futuro dado.
En dónde se practica la Aproximación Maudsley
Además del Hospital Maudsley y otros centros ubicados en Londres, esta aproximación a un tratamiento basada en la familia se implementa en varios programas de los Estados Unidos, los cuales incluyen: la Universidad de Columbia y la Escuela de Medicina Monte Sinai de Nueva York, la Universidad de Stanford en California, y la Universidad de Chicago en Illinois. La difusión de la Aproximación Maudsley también ha tenido éxito en Canadá, p.e. en el Hospital Infantil del Ontario Oriental de Ottawa, el Hospital General de North York, y el Hospital para Niños Enfermos de Toronto y de Halifax, Nueva Escocia. El programa de trastornos alimenticios adolescentes del Hospital Infantil Westmead de Sydney, Australia, también ha trabajado en el entrenamiento de otros sitios de Australia, para que éstos implementen la Aproximación Maudsley.
La promesa de la Aproximación Maudsley
En resumen, la Aproximación Maudsley resulta sumamente prometedora para la mayor parte de aquellos adolescentes que han estado enfermos durante periodos de tiempo relativamente cortos (es decir, menos de tres años.) Este tratamiento con base en la familia puede prevenir la hospitalización, apoyando al adolescente para que se recupere, siempre y cuando los padres se consideren como un recurso, permitiéndoseles tomar un papel activo en el tratamiento. Hace poco, se redactó un manual clínico detallado especificandocómo los padres deben involucrarse en esta aproximación de tratamiento (5). Los mismos autores han publicado una guía para los padres de familia, que claramente especifica el papel positivo que pueden tomar en la recuperación de su hija (6).
Para más información:
Dr. le Grange, Department of Psychiatry, University of Chicago; Director of the Eating Disorders Program, Chicago.legrange@uchicago.edu or eatingdisorders.uchicago.edu 
Dr. James Lock Department of Psychiatry, Stanford University School of Medicine; Director of the Adolescent Eating Disorders Program, Lucille Packard Children’s Hospital, Stanford. jimlock@stanford.edu

La Anorexia Nerviosa en clave de Psicoanálisis

Escrito por: Alejandra Menassa de Lucía el 17 Dic 2008 - URL Permanente
La anorexia nerviosa no es en sí misma una enfermedad, podríamos decir que es un síntoma, es decir, un indicador, una señal de la existencia de una enfermedad. La anorexia no se puede reducir a una única entidad clínica.
Se presenta ante nosotros, psicoanalistas, un paciente que ha disminuido considerablemente su ingesta de alimentos, que come poca comida, y que está perdiendo por tanto peso de manera considerable. Pero como siempre en psicoanálisis, el síntoma nunca coincide con lo que le pasa al paciente. El síntoma en sí no es lo que debemos observar, sino que a lo que habrá que prestar la escucha, es a la relación del paciente con el síntoma, es decir, a lo que el paciente dice del síntoma. El problema de la anorexia no es la comida, como parece decírsenos al encuadrarla dentro de los trastornos alimentarios. En todo caso, la posición de la anoréxica, la lleva a tener una particular relación con el acto de la ingesta.
De esta manera, bajo la escucha analítica, se pueden distinguir tres tipos de anorexia: una anorexia histérica, una anorexia paranoica y una anorexia depresiva.
- En la anorexia histérica, las frases que pronunciará la paciente serán similares a estas: “No como porque me da asco”, o: “pensar en comida, me da ganas de vomitar” (los vómitos son en el alfabeto histérico una manera de expresar la repugnancia moral).
- En la anorexia paranoica, lo que subyace es un temor paranoico al envenenamiento, que se puede expresar en la frase: “No como porque estos me quieren envenenar”, o más sutilmente: “la comida me sabe mal, creo que está en malas condiciones, pienso que me va a hacer daño, que me va a sentar mal…” Añadir que al paranoico, nunca le son indiferentes las personas que arguye, quieren causarle un daño. Por el contrario, son personas amadas.
- En la anorexia depresiva, aparece un desinterés por toda la realidad exterior, que también se extiende a la comida. La frase sería en este caso: “No como porque no tengo ganas” “No me apetece comer” “Le he perdido el gusto a esto de la comida”. Pero si uno escucha un poco más, advertirá que el paciente en cuestión, no tiene ganas de nada, no solamente le sucede con la comida, le sucede con cada una de las acciones que debe emprender en la vida.
También señalar, que en general, en la anorexia hay una regresión a la fase oral de la libido. Las relaciones con los demás, serán en términos oral-sádicos. En esta fase, el niño se come lo que ama, pero al hacerlo así, lo destruye. Los pacientes anoréxicos aman así apasionadamente, hasta la más extrema identificación con el objeto amado (se lo comen), para luego vomitarlo, cuando el otro muestra la más mínima diferencia con ellos.
Otro factor en juego en la anorexia, y que tiene que ver con este goce de la boca, (puesto que cuando comemos, no gozamos de la comida, sino del goce de la boca), es la primera relación con la comida: con el pecho materno, primera fuente de comida para el bebé, o con el biberón, para el caso es lo mismo. En el relato de las anoréxicas, se observa muy frecuentemente que para ellas, sus madres eran madres rechazantes, que no mostraban ningún deseo por alimentar a sus hijas. No estamos afirmando que todas las madres rechazantes generen hijas anoréxicas, puesto que el tiempo en psicoanálisis no se lee desde el pasado, sino desde el hoy, pero si es cierto que partiendo de la anorexia ya producida, aparece este antecedente en muchas de las pacientes.
Si se trata de rectificar la manera de gozar, que no es exactamente que se rectifique, o que su rectificación consiste en sumarle a esa manera de gozar, al menos otra, y otra y otra más, entonces, sabemos que sólo el psicoanálisis puede.
Dra. Alejandra Menassa de Lucia.
Comunidad EL PAIS

domingo, 30 de marzo de 2014

Carl Gustav Jung






Causas Últimas: Lila Fieldman


Causas Últimas,
tres poemas de
 Lila Feldman

Pintura: Joanna Concejo

Los poemas de Lila Feldman parecen instrumentos de búsqueda. Certeros, se valen del lenguaje para desenmascarar lo que queda a espaldas de las palabras y señalar eso que el propio texto escamotea. Esa línea comienza a resonar como una voz extrema que invoca un sentido sin nombrarlo. Poesía que parece escribirse a medida que es leída, como si antes y después no hubiera más que meras palabras.

Púrpura
Duele
la sangre
hierve.
De mar en mar
marea la sangre.
Sangre marea,
el agua púrpura
de la virginidad.
Su impulso es ser océano.

Balada
Meciéndote,
te filtrás
en aquel cuadro.
Así criabas la vida,
como un embarazo permanente.

La grieta
Necesitaba la palabra fin
al final de los cuentos,
al borde de mi vida.
Pero a veces
las palabras
herían las certezas,
vagando inaccesibles
en algún color.
Yo sabía
que había mucho más
para decir.
Espacio Potencial

Topología de los sexos



Hombre y de mujer, no son más que significantes enteramente ligados al uso cursocorriente [coucourant] del lenguaje
J. Lacan

Introducción
Son innumerables los textos que, a lo largo de la historia de la humanidad, se han escrito acerca de la naturaleza femenina y la masculina. Desgraciadamente la enorme mayoría de ellos han sido escritos con una enorme ausencia de rigor, desde una ceguera que en ocasiones resulta asombrosa.
De entre cientos de volúmenes elijo uno[1]La inferioridad mental de la mujer[2] publicado en 1900 por el prestigiado neurólogo Paul Julius Möbius (1853-1907), el mismo que describió el síndrome que lleva su nombre e hizo el primer estudio en forma de la locura de F. Nietzsche[3] (y antes estudió la patología de Rousseau, Goethe y Schopenhauer). En su texto, el neurólogo alemán discurre acerca de los elementos que le permitían explicar la debilidad mental propia de las mujeres y que justificaban su apagado rol social. En ese estudio Möbius afirma, siguiendo lo probado por la anatomía comparada, que si la capacidad intelectual de una especie es directamente proporcional a la cantidad de la masa cerebral (materia gris, circunvoluciones), es evidente que las mujeres, cuyo cerebro es, en promedio, significativamente menor que el de los hombres, ellas debían, forzosamente, ser inferiores intelectualmente a ellos. En la actualidad este argumento sólo provoca nuestra risa. En esa época no era así. Estoy seguro de que a muchos no les hizo reír.
El estudio Möbius es serio, se basa en la observación de cadáveres a quienes diseccionó, pesó, etc. Su método fue científico, riguroso. Su conclusión, sin embargo, sabemos que es absurda. ¿Cómo contradecirlo con el mismo rigor que él presenta? Desde mi punto de vista, Möbius cae en el mismo error en el que tropieza el sentido común y una multitud de estudiosos de la cuestión, los cuales consideran, de entrada, que está perfectamente claro eso que se denomina “hombre” o “mujer”.
Al comienzo: Freud y Lacan
En su texto Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina J. Lacan (1966, pp.704-715) señala una larga serie de cuestiones que tendrían que ser consideradas para poder realizar, con el rigor correcto, un congreso sobre dicha temática:
-esclarecer el sentido del vocablo “femenino”[4]
- esclarecer los fenómenos ligados al coito y al embarazo.
-revisar la posibilidad de una organización deseante diferente entre hombres y mujeres.
-revisar la manera como esos descubrimientos afectan a la tesis de la bisexualidad planteada desde el inicio del psicoanálisis.
-revisar la tesis freudiana del desconocimiento de la vagina por parte de la niña.
-estudiar la cuestión de si no será una simple fantasía masculina la tesis del masoquismo femenino.
-revisar la tesis freudiana de que sólo hay una libido y que ésta es de tinte masculino (Lacan, 1966, p.714).
 La lista, como se apreció, es larga. Sin embargo, no se le hizo mucho caso. El congreso de Ámsterdam sobre la sexualidad femenina de 1960 se desarrolló sin tomar plenamente en cuenta tales cuestionamientos. Pero la crítica lacaniana no era nueva. Freud mismo ya había cuestionado con certeza la falta de rigor con el que se emplean habitualmente los vocablos “masculino y femenino”.
Actividad vs. pasividad
En la nota 19, agregada en 1915 a sus Tres ensayos de teoría sexual señala:
Es indispensable dejar en claro que los conceptos de “masculino” y “femenino”, que tan unívocos parecen a la opinión corriente, en la ciencia se cuentan entre los más confusos y deben descomponerse al menos en tresdirecciones. Se los emplea en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico (Freud, 1905, p.200).
Y Freud nos presenta su opinión respecto a tales sentidos:
El primero de estos tres significados [la tesis de que masculino significa “activo” y femenino “pasivo”] es el esencial, y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis. A eso se debe que en el texto la libido se defina como activa, pues la pulsión lo es siempre, aun en los casos en que se ha puesto una meta pasiva. El segundo significado, el biológico, es el que admite la más clara definición. Aquí, masculino y femenino se caracterizan por la presencia del semen o del óvulo, respectivamente, y por las funciones que de estos derivan. La actividad y sus exteriorizaciones colaterales (mayor desarrollo muscular, agresión, mayor intensidad de la libido) suelen, en general, ir soldados con la virilidad biológica; pero no es un enlace necesario, pues existen especies animales en las que estas propiedades corresponden más bien a la hembra. El tercer significado, el sociológico, cobra contenido por la observación de los individuos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico. Más bien, todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos biológicos del otro sexo, así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida en que estos rasgos de carácter psíquico dependen de los biológicos, cuando en la medida en que son independientes de ellos (Freud, 1905, pp.200-201).
Permítanme reiterar una de las últimas frases: “en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico”, por ello Freud opta por la dualidad activo-pasivo para diferenciar a los hombres de las mujeres. Esta tesis, sin embargo, no durará mucho. Algunos años después, en El malestar en la cultura sostiene, luego de exponer la tesis de la bisexualidad humana, que:
“demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino, cosa que en modo alguno se corrobora sin excepciones en el mundo animal. La doctrina de la bisexualidad sigue siendo todavía muy oscura, y no podemos menos que considerar un serio contratiempo que en el psicoanálisis todavía no haya enlace alguno con la doctrina de las pulsiones. Como quiera que sea, si admitimos como un hecho que el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos, estaremos preparados para la posibilidad de que esas exigencias no sean cumplidas por el mismo objeto y se perturben entre sí cuando no se logra mantenerlas separadas y guiar cada moción por una vía particular, adecuada a ella (Freud, 1930 [1929], p. 103).
Permítanme reiterar la frase esencial: “demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino”. Recordemos que en el estudio anterior, Freud había señalado que la clave para diferenciar, en el plano psicológico a los hombres de las mujeres era la actividad para unos y la pasividad para otras. Ahora eso ya tampoco le satisface. Vuelve entonces a la tesis de la bisexualidad, la cual sólo en apariencia resuelve la cuestión pues sigue manteniendo la diferencia pero sin definir los términos: “el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos”.
¿A qué se refiere con eso de “deseos femeninos” en oposición a los “masculinos”? La cuestión no es clara. Y Freud no podrá desembarazarse de esa falta de rigor. Años después hablará del Edipo del niño en oposición al de la niña y afirmará:
“En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso este último escapa al destino que le está deparado en el varón; puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la mujer. Uno titubea en decirlo, pero no es posible defenderse de la idea de que el nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón. Rasgos de carácter que la crítica ha enrostrado desde siempre a la mujer —que muestra un sentimiento de justicia menos acendrado que el varón, y menor inclinación a someterse a las grandes necesidades de la vida; que con mayor frecuencia se deja guiar en sus decisiones por sentimientos tiernos u hostiles— estarían ampliamente fundamentados en la modificación de la formación-superyó que inferimos en las líneas anteriores. En tales juicios no nos dejaremos extraviar por las objeciones de las feministas, que quieren imponernos una total igualación e idéntica apreciación de ambos sexos; pero sí concederemos de buen grado que también la mayoría de los varones se quedan muy a la zaga del ideal masculino, y que todos los individuos humanos, a consecuencia de su disposición (constitucional) bisexual, y de la herencia cruzada, reúnen en sí caracteres masculinos y femeninos, de suerte que la masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto (Freud, 1925, p.276).
Sólo la última frase salva a Freud de una severa crítica a su ideologizada opinión contra las “inmorales” mujeres: que “masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto”.Afortunadamente otros analistas abordaron la cuestión… y la problematizaron.
A. Green y su género neutro
A. Green, el conocido psicoanalista, autor, entre otros estudios, de L’intrapsychique et l’intersubjectif en psychanalyse (1998) y Le temps éclaté (2000), escribió, ya hace casi tres décadas, un estudio que tituló “El género neutro”, en el cual muestra de manera fehaciente que la diferencia biológica hombre-mujer no es clara. Permítanme que les transmita lo que mi imprecisa memoria recuerda de tal artículo.
En su estudio, Green, narra la visita de una mujer que sufría un síntoma no demasiado raro: no podía tener hijos. La exploración simple ofrecía un dato claro: la presencia de caracteres sexuales femeninos poco marcados, los cuales permitían suponer alguna deficiencia hormonal. Acto seguido indica un estudio de laboratorio y posteriormente radiológico cuidadoso. El resultado fue impactante. La persona si podía llegar a tener hijos… ¡pero como hombre! Tan sólo era necesario hacer descender un pene y unos testículos perfectamente desarrollados que se encontraban al interior de su abdomen, ocultos tras una vagina infantil. Cuando comunicó su peculiar hallazgo a la “mujer” la respuesta fue inmediata: ¡saque eso de allí! Ya no estaba más interesada enla progenie. Le importaba solamente conservar una identidad que poco tenía que ver con hormonas, DNA o “caracteres sexuales secundarios”. El estudio de A. Green sólo muestra algo que Jakobson[5] y luego Lacan[6]ya habían dicho: que el núcleo de la identidad es simbólico.
Lacan y la inexistencia de la mujer
En su seminario Encore (1972-1973)[7] Lacan vuelve a la cuestión de la diferencia genérica para establecer una serie de formulaciones precisas: La mujer, esa entidad que se supone ontológicamente opuesta al hombre corresponde simplemente a la fantasía del niño de poseer una madre que lo completa, que lo hace pleno, que erradica su angustia y lo hace feliz. Esa mujer, La mujer con mayúscula, no existe ni existió verdaderamente nunca. Masculino y femenino son presentados en esa obra de Lacan simplemente como posiciones ante el goce que nada tienen que ver con la dotación peneana o vaginal. Lo que Lacan define ahí como el goce femenino en oposición al masculino simplemente implica aquél goce que anula los límites, que posibilita una vivencia de completud, mientras que el goce masculino implica el límite, es momentáneo y supone la castración simbólica.
Por tal razón no podemos sino cuestionar lo que los diccionarios indican en la entrada macho: (del latínmasculus, macho), originariamente: “macho cabrío”, por extensión: pene, “tronco de la cola de una animal” (Corominas, 1976). En otra fuente[8]: “aquél ente dotado de los órganos para fecundar”. Dotación que estaría en la base de su potencia y su capacidad de sucesión.
La masculinidad representa en la Historia del Derecho la preferencia del varón para suceder, con relación a la hembra. […] En los pueblos arios esa preferencia […] fue el resultado de la creencia, común en las edades primitivas, de que el poder reproductor residía exclusivamente en el varón. Consecuencia inmediata fue la de que el culto doméstico sólo se propagaba de varón a varón.[9]
 Asombrosamente la historia del vocablo es acorde a la definición freudiana que considera a la vagina como un órgano disminuído o, incluso, inexistente. Eso, lo sabemos bien, no tiene mucho sentido. “Hombre” y ”mujer” son sólo significantes ubicados en una red de lenguaje, que variarán según se indique en dicha red y, de ninguna manera atados universalmente a una configuración biológica o sociológica determinada.[10] ¿Qué hay de común entre la actitud de esas juchitecas que a grito pelado “apartaban” a Don Andrés Henestrosa para acostarse con él y las musulmanas que soportan el velo durante todo el día? Pero ambas las nombramos “mujeres”, porque “mujer” es solamente un significante, uno que se opone a “varón” y cuyo genérico es “hombre” o “humano”.
El problema que se nos presenta cuando aceptamos una afirmación tal es que se hace increíblemente difícil saber cuando tenemos enfrente a un hombre o a una mujer, pues todo depende de lo que se denomine así en la red significante en la que nos encontramos insertos.
Nos encontramos, entonces ante una situación cartesiana, en la cual no podemos sino dudar de los datos de los sentidos: ¿Cómo podría yo saber si a quien tengo al lado es un hombre o una mujer? ¿Cómo podría yo saber si el esquimal con quién hablo es un hombre o simplemente una mujer ronca?
El paisaje se confunde. Y en vez de entrar a las cuestionables “convenciones” (afirmar en cónclave que denominaremos “mujer” a aquellos dotados de tales o cuales características o a partir de tal rango de estrógenos y progesterona o luego de análisis del DNA, independientemente de los signos físicos) considero que lo único que se puede hacer es volver a los fundamentos. Y es ahí cuando la filosofía viene en nuestro auxilio.
El otro comienzo: Heidegger
M. Heidegger, en su texto Sein und Zeit[11] nos permite establecer las cualidades básicas del ser humano, elDasein, ese que “somos en todo caso nosotros mismos”[12] con el máximo rigor. Los denomina “existenciarios” y los enumera así:
 El Dasein “se cura”, es decir, se preocupa, se interesa por su ser, por su existencia, por su libertad, por su muerte.
 El Dasein está “abierto”: se pregunta y, por tanto, conoce su mundo.
 El Dasein “se encuentra”, es decir, se angustia, tiene afectos y reacciones.
 El Dasein “comprende”, se relaciona con su mundo comprendiéndolo activamente.
 El Dasein “habla”, es decir, se encuentra ensamblado “en un todo articulado de significación”.
 El Dasein se encuentra “en el mundo” desde el origen.
 El Dasein es “con” otros desde siempre.
 El Dasein “es yecto”, es decir, está arrojado al mundo.
 El Dasein es “ser para la muerte”, “finito y temporal”, el tiempo es el ser mismo del Dasein: “el fundamento ontológico original de la existencialidad del ‘ser ahí’ es la ‘temporalidad’ (Ibidem, p.256).
Y el Dasein que puede ser “propio” o “impropio”:
 el Dasein propio se encuentra lanzado a su más peculiar poder ser (ser sí mismo);
 su comprender es del “ser deudor”, es decir, sabe que no tiene fundamento, sabe que su vida no tiene un sentido predeterminado;
 su encontrarse es en la angustia, pues ha precursado la muerte;
 su habla es la silenciosidad pues la voz de la conciencia habla callando;
 estos elementos conforman su “estado de resuelto”, aquél donde el sujeto puede decir “yo soy”. Además el “estado de resuelto” es lo único que permite al Dasein “dejar ser” a los otros (Ibidem, p.324).
Por otro lado:
 el Dasein impropio está en “estado de perdido”;
 se encuentra arrojado en el mundo de la cotidianidad;
 se encuentra envuelto en la avidez de novedades;
 ha olvidado su finitud;
 se halla perdido en un mundo de entes y en las habladurías.
Para que el Dasein sea sí mismo debe precursar la muerte advenidera, es decir, asumir la finitud, pero sin quedarse en un mero “esperar la muerte” pesimista, sino, con base en la comprensión de su finitud, lanzarse a desarrollar verdaderamente sus posibilidades, proyectándose y ¿De dónde extrae tales posibilidades? Pues de su sido propio, de su historia personal y social, de su “tradición heredada”.
Dicho de otra manera, el precursar la muerte advenidera hace al Dasein encontrarse con la angustia, angustia producida por esa “posibilidad de la imposibilidad” que es la muerte. El precursar la muerte hace al Daseinretrotraerse al sido, hallando ahí su tradición, su ubicación histórica y sus posibilidades más propias, lo cual le permite ubicarse en su presente, gestarse históricamente, pudiendo ser un Dasein propio, que vive para sí, y que es un hombre de su tiempo.
Gracias a este análisis, la tesis heideggeriana del hombre como un “ser para la muerte” cobra su real sentido: no es una tesis pesimista sino vital, permite la decisión y la resolución del destino individual, permite el vivir la vida propia inserto en el momento histórico-social.
En la temporalidad extática, heideggeriana, por tanto, el pasado y el futuro dejan de estar “atrás” o “adelante”, para encontrarse en el presente. El Dasein porta su sido como historia en su presente y también su advenir, el cual determina, bajo la forma de la utopía, su actuar presente. ¿Donde queda, en este análisis ontológico, la cuestión de la masculinidad y la de la feminidad? Simplemente no está contemplada. Desde el punto de vista de la ontología rigurosa, y Heidegger es el mejor ejemplo de ello, no se puede plantear una diferencia hombre-mujer, no hay un deseo masculino opuesto a uno femenino pues la falta es inherente a todo ser humano y es de su fuente de donde abreva el deseo. No hay, ontológicamente hablando, un deseo masculino en oposición a uno femenino.
Conclusión
Con este trabajo no estoy negando que haya entes dotados de pene o de vagina, lo que estoy cuestionando es la relevancia de ello para la clínica analítica. No hay un deseo masculino en oposición a uno femenino, como tampoco hay, como podría entonces esperarse, un fin de análisis masculino en oposición a uno femenino.
Podemos hablar del particular “deseo de hijo” que tienen las madres, pero no todas las que se denominan mujeres son madres y, además, hay algunos hombres que incluso sufren los malestares del embarazo en lugar de sus esposas, tarquinianos los llaman, por la Tarquinia romana donde primero se describió la sintomatología.
El sujeto no es masculino ni femenino. Es un efecto significante, ubicable en una red significante, cultural e histórico por ende. Ubicarlo de otra manera, como se hace habitualmente, es simplemente una falta de rigor. La mujer no existe, esa madre completante es sólo una fantasía, un objeto perdido que nunca se tuvo. Una fantasía. Y el hombre, ese dechado de potencia y poder, ese dotado de los órganos de la generación, ese padre ideal que puede conducir familias y legiones sin dudar y con eficacia… es sólo una ilusión digna de los hermanos Grimm. Y respecto a los sexos, esos definidos por su objeto de amor, tal como lo plantea Freud en sus Tres ensayos de teoría sexual, son muchos: heterosexual, homosexual, trasvestista, transexual, voyeur, sádico, masoquista, etc. Ese jardín de las delicias es realmente exuberante. No considero correcto confinarlo en un modelo bipolar.